
Tras la perdida, llega la senda de paso pausado, de sentirse con absoluta consciencia.
Como una ciudad devastada, con un interior lleno de escombros y el silencio vistiendo las calles. Donde vagan los recuerdos, deambulando sin orden. Pendonean las risas burlonas, dando patadas a los restos derribados. Se cruzan ensayos de sueños y mucha, mucha, mucha broza.
Herida sangrante y solo queda sanar. Tras la incredulidad, viene la regresión y la furia, que no es más que un inútil disfraz de la tristeza. Ella es conciente, y evita dejar libre cualquier habitación en la que pretenda hospedarse. Dicen que la culpa y la desolación son los siguientes escalones. Pero ella se los ha saltado, lanzándose de cabeza a la aceptación, a la realidad, a la consciencia.
Cimentar las bases para reconstruir una ciudad asolada.
Paseando desnuda, consciente que en esta vida solo cuenta con su propia piel.
Mareo, vértigo.
Se siente extraña.
Los cambios suceden, y casi no puede agarrar el tiempo.
Intenta digerir, absorber la esencia, alhaja que la vida le regala, así sin más, de pronto.
Nubes, bochorno.
El cielo roba sus emociones y las escenifica.
Estructura mejor que ella formas y usa una paleta de colores que no sabe encontrar.
Donde están las palabras??? -se repite-.
Cierra lo ojos mientras se deja quemar por los rayos y busca cómo identificar esa agitación. Inquietud y exaltación la persiguen en cada bombeo de sangre. Parece que su mundo quiere de nuevo levantarse, crecer, así sin más, de pronto.
Llega sin avisar el impulso. La alianza.
Perpleja observa desde fuera y se pregunta cómo es que surge el apoyo, por qué?. No quiere paliativos ni limosnas, no se le da bien recibir y menos caridad.
Está despierta, sí, despierta, y sabe de manera sensata que no se trata de un óbolo. Aquí no hay pago que contribuya a un fin, o quizás sí, pero emocional y mutuo. Y a pesar de ello, no lo percibe como real. Sabiendo que solo puede ser auténtico. No hay trampas, ni tahúr. Aquí no, esta vez no. Y entonces…? Qué se interpone, qué se cruza, quién sustenta las dudas que quieren inmiscuirse?
Sacude su cabeza….
Uf! –se dice- La máquina decide acelerarse sin contar con mi prudencia. Celeridad emocional y a toda máquina, necesito respirar.
Lúcida contempla el consecuente amanecer que resurge de la noche.
No quiere tapar el brillo del sol, pero la ciega y sabe que así se harán daño sus ojos.
Solo el tiempo la enseña a conocer a sus compañeros. Solo la convivencia quita máscaras. No valen las palabras, pero sí el contemplar, el respetar, en definitiva: el percibir.
Y se repite para sí: Cimentar las bases para reconstruir una ciudad asolada. Paseando desnuda, consciente que en esta vida solo cuento con mi propia piel.
Dibuja y escribe en la arena. Allí sentada espera hasta que sube la marea y se lleva sus secretos. Respira y evapora sus miedos:
“Se que me gusta el viaje que se ve desde acá -sonríe-. Se que no quiero hacer este viaje sola y que quizás puedo decir que sé con quién quiero andarlo. Se que necesito tiempo. Se que me gusta esta percepción, esta huella que deja impresa. Se que me extraña por lo desconocido, por la intensidad de lo que estoy viviendo. Se que aún necesito asentarme, hallarme nuevamente. Otro despertar. Se que para entregar he de estar completa. Se que aún mis alas me reclaman volar”