martes, julio 17, 2007

you saved the day....

ya! ya sé que es hora de irse a la cama :-)
pero no vienen las hadas a cargar de peso mis pestañas, que le vamos a hacer!

Murmurando al teléfono fantasías, y jugando al tarot con el futuro…
Eludíamos de nuevo a esa letra de ‘Budapest’ que dice…

See my face, it seems to be smiling again,
Hear the sound as the laughter lines crack again,

See my world, it seems to be thriving again,
I'm not used to everything going my way.

Forgive me if I look for signs,
I've got to check from time to time.

The clock at midnight starts to chime,
and you're... still here.

And you, you saved the day, you saved my live.

Y el marinero en tierra contestó con la armonía de sus letras.
Usando cada palabra como pieza de puzzle, encajando de manera impecable con mi anhelo:

'El mar tiene algo que subyuga, un poder sordo, una alegría despeinada y un terror escondido en las confiadas tardes de calma chicha, y aunque me gusta más estar sobre, dentro, en él, contemplarlo simplemente desde la orilla es un placer al que no renuncio, aunque me quede mojándome los tobillos, inventando futuros y creyéndomelos.'

Y entonces me pregunté si sería éste otro retozar en brazos de un amante, si cuando la mar no esté cerca saldrá en su busca, si cuando se sienta de nuevo náufrago existirá quizás otra orilla, o si tal vez, sea verdad que la mar es un solo mar.

lunes, julio 16, 2007

Te echo de menos... (te tomo prestado este tesoro de imagen tuya)


Hace un tiempo voló a mi lado una mosquita que me dedicó este dulce cuentito. Y días de paraíso.

Ahora lo traigo a mí, quizás porque echo en falta su esencia... su aguijón y su filosofía.

Por fin, hoy vuelvo a la ciudad de los colores, donde habita la mujer perfecta. Donde sonrisa rubia, donde curvas montaña, donde manos llave, donde piel tierra, y húmeda y roja, y mil dedos que se enroscan y te apresan, y un arrastrar dulce que te mece y te calma, o lo mismo esa tarde aliento y jadeo y carne de gallina, y es también un estirar de pies y cojines, y té caliente mientras fuera la lluvia y unos labios bebé y una carcajada de horas sin sentido y es el papel que gana a la piedra y también lágrimas que son nombres, que al final palabras, que luego se lleva el viento, pero a ella no, porque es piramide, faro y almena. Es, ya digo, la mujer perfecta.
La mosquita.

A Mo, la sonrisa rubia.

Solo contaba con su desnuda piel…

Tras la perdida, llega la senda de paso pausado, de sentirse con absoluta consciencia.

Como una ciudad devastada, con un interior lleno de escombros y el silencio vistiendo las calles. Donde vagan los recuerdos, deambulando sin orden. Pendonean las risas burlonas, dando patadas a los restos derribados. Se cruzan ensayos de sueños y mucha, mucha, mucha broza.

Herida sangrante y solo queda sanar. Tras la incredulidad, viene la regresión y la furia, que no es más que un inútil disfraz de la tristeza. Ella es conciente, y evita dejar libre cualquier habitación en la que pretenda hospedarse. Dicen que la culpa y la desolación son los siguientes escalones. Pero ella se los ha saltado, lanzándose de cabeza a la aceptación, a la realidad, a la consciencia.

Cimentar las bases para reconstruir una ciudad asolada.
Paseando desnuda, consciente que en esta vida solo cuenta con su propia piel.

Mareo, vértigo.
Se siente extraña.
Los cambios suceden, y casi no puede agarrar el tiempo.
Intenta digerir, absorber la esencia, alhaja que la vida le regala, así sin más, de pronto.

Nubes, bochorno.
El cielo roba sus emociones y las escenifica.
Estructura mejor que ella formas y usa una paleta de colores que no sabe encontrar.

Donde están las palabras??? -se repite-.

Cierra lo ojos mientras se deja quemar por los rayos y busca cómo identificar esa agitación. Inquietud y exaltación la persiguen en cada bombeo de sangre. Parece que su mundo quiere de nuevo levantarse, crecer, así sin más, de pronto.

Llega sin avisar el impulso. La alianza.
Perpleja observa desde fuera y se pregunta cómo es que surge el apoyo, por qué?. No quiere paliativos ni limosnas, no se le da bien recibir y menos caridad.

Está despierta, sí, despierta, y sabe de manera sensata que no se trata de un óbolo. Aquí no hay pago que contribuya a un fin, o quizás sí, pero emocional y mutuo. Y a pesar de ello, no lo percibe como real. Sabiendo que solo puede ser auténtico. No hay trampas, ni tahúr. Aquí no, esta vez no. Y entonces…? Qué se interpone, qué se cruza, quién sustenta las dudas que quieren inmiscuirse?

Sacude su cabeza….

Uf! –se dice- La máquina decide acelerarse sin contar con mi prudencia. Celeridad emocional y a toda máquina, necesito respirar.

Lúcida contempla el consecuente amanecer que resurge de la noche.
No quiere tapar el brillo del sol, pero la ciega y sabe que así se harán daño sus ojos.
Solo el tiempo la enseña a conocer a sus compañeros. Solo la convivencia quita máscaras. No valen las palabras, pero sí el contemplar, el respetar, en definitiva: el percibir.

Y se repite para sí: Cimentar las bases para reconstruir una ciudad asolada. Paseando desnuda, consciente que en esta vida solo cuento con mi propia piel.

Dibuja y escribe en la arena. Allí sentada espera hasta que sube la marea y se lleva sus secretos. Respira y evapora sus miedos:

“Se que me gusta el viaje que se ve desde acá -sonríe-. Se que no quiero hacer este viaje sola y que quizás puedo decir que sé con quién quiero andarlo. Se que necesito tiempo. Se que me gusta esta percepción, esta huella que deja impresa. Se que me extraña por lo desconocido, por la intensidad de lo que estoy viviendo. Se que aún necesito asentarme, hallarme nuevamente. Otro despertar. Se que para entregar he de estar completa. Se que aún mis alas me reclaman volar”