lunes, julio 30, 2007

... quiero transmitir una opinión.



Llega el verano y con éste, el sofocante calor.

Hay quienes vivimos en ciudades asfalto, áridas y yermas, por conciliación con el mundo laboral, pero nuestro instinto radica en la naturaleza (por ende, cualquier lapso de tiempo de holganza nos mueve a yuxtaponer nuestros cuerpos con el verde, la tierra, los bosques, el mar, el viento y las cumbres).

Éste pasado viernes, tomé a mi compañero de aventuras (con cuatro patas y mucho pelo), una amiga suya, otra mía y nos montamos en el coche. Destino: la hermosa tierra de Tarifa (Cádiz). Mochila cargada de ilusión, tienda curtida, y necesidad imperiosa de respirar aire limpio, de expandirnos un poquito. En invierno montaña, en verano playa.

Pero para ser sinceros, no nos lo pusieron nada fácil, y no se por cuanto tiempo más podremos disfrutar de esta libertad mientras siga creciendo la intolerancia en esta sociedad nuestra.

En la mayoría de los países de la Unión se permite la entrada a perros y gatos sin demasiados problemas, así como en su vida en sociedad, mientras que en España no ocurre lo mismo casi en su totalidad (hay ocasiones donde me hacen sentir como si tener un perro fuese llevar conmigo un ser infecto).
Parece como si lo de querer ser Europeos solo concierne a lo que nos convenga. Beneficios y ayudas, que sean bienvenidas, desarrollo en general. Pero todo aquello que involucre aprender de su tolerancia social, sus modelos de convivencia, su iniciativa social… en fin, una parte de los españoles gira la cabeza y mira hacia el otro lado (a mi, personalmente, me avergüenza esta actitud tan extendida).

Tan sólo un 19% de los hoteles existentes en toda España admiten animales.
Y cada día van quedando menos campings donde te permitan la entrada con tu animal de compañía, por lo que si tu nivel adquisitivo no es alto, ¿qué opciones te quedan?

En las playas te prohíben tenerlos en verano, aún cuando cumplan todas las normas exigidas (correa, bozal y cartilla al día) y exigibles (tener al animal adiestrado en obediencia) para respetar y convivir en sociedad con los amantes y los no amantes de los animales. ¿Entonces qué pretenden? ¿Qué dejemos al perro metido en el coche o la furgona a 40 grados?

En las ciudades no te puedes desplazar con ellos si no dispones de coche propio (en el metro no pueden viajar, en el autobús tampoco). En los bares no puedes entrar con ellos, ni tiendas, ni museos, ni galerías, nada que no, que no hay manera. En España no se puede vivir en libertad si decides compartir tu vida con alguno de estos entrañables seres.

¿Y digo yo? Si en gran parte de Europa se ha conseguido convivir normalmente con ellos en cualquier ámbito social, ¿por qué será? ¿quizás su cultura, su educación y su respeto, lleva a estos europeos a hacerse plenamente responsables de la actitud y comportamiento de sus mascotas, y por ende, quién no comparte su pasión por estos bichitos ha aprendido a transigir? Sí, quizás. Quizás aún nos queda mucho por aprender.

Pero qué podemos esperar de ésta, nuestra sociedad española, con respecto a éste tema si leemos casi diariamente casos de extrema falta de respeto con invidentes y discapacitados que van acompañados de sus fieles animales, impidiendo que éstos entren en aviones, trenes, autobuses, metros, taxis, hoteles, etc.

De verdad, con el corazón en la mano, qué podemos esperar de nuestro futuro próximo si aún existe gente que te juzga y repele por tu preferencia sexual, que te señala con el dedo cuanto algo en ti es ‘diferente’, que se asusta de ver cuerpos desnudos en la playa, que sigue maltratando animales como divertimento, que abusa del poder provocando el acoso, que pega palizas, que provoca muertes y guerras, gente que no es capaz de vivir y dejar vivir (cada uno en su metro cuadrado por favor).

Yo, personalmente no puedo. Hay situaciones y actitudes que me irritan, que arrebatan la calma chicha a cualquiera. Y no, no se bien como sobrellevar la intolerancia.

Quiero citar una frase que me ha hecho sonreír leyendo la columna de Elvira Lindo éste pasado fin de semana: "Gracias, Dios mío, por no haberme hecho negro, ni mujer, ni perro", decía un personaje de William Faulkner…Y como bien comenta: ¿Cómo es posible juzgar a los seres humanos si no se les conoce? A lo cual me tomo la libertad de añadir: ¿Cómo es posible que el ser humano se tome la libertad de juzgar a otros seres humanos y de repudiar a los animales, sin antes mirar hacia dentro y hacer crítica primero de si mismo ?

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